A partir de la edición de "Las joyas de la Castafiore" la creación de aventuras de Tintín dejó de ser la actividad principal de Hergé para convertirse casi en un hobby, en una tarea secundaria que realizaba por pura afición y que ya no le ocupaba la mayor parte del tiempo. Es por eso que hubo que esperar cinco años para ver la aparición de su siguiente obra, "Vuelo 714 para Sidney", y ocho años más para que "Tintín y los Pícaros" viera la luz en 1976.

Este álbum, que en principio iba a llamarse "Tintín y los bigotudos", supone la vuelta de las aventuras a Sudamérica, concretamente a una "modernizada" República de San Teodoros donde los generales Alcázar y Tapioca continúan enzarzados en sus interminables luchas por el poder. Y digo "modernizada" entre comillas puesto que el país que se representa en este relato es lo más parecido a una república bananera sudamericana, típica de esta época de los años 70, con enormes diferencias sociales y económicas entre distintos sectores de población y donde la política sigue siendo dominada por grandes potencias extranjeras (Borduria en este caso) y por grandes multinacionales (la International Banana Company). Este mundo de contrastes y de inestabilidad política es mostrada por Hergé en algunas secuencias de viñetas donde podemos ver lo mejor y lo peor de Tapiocápolis (luego Alcazarópolis), donde hasta los policías que patrullan por el barrio rico parecen más elegantes, en contraste con el aspecto más represor de los que lo hacen por el suburbio.


La crítica que Hergé realiza sobre las dictaduras sudamericanas de la época alcanza su punto culminante de ironía y sarcasmo cuando en la última viñeta, después de una revolución, un vuelco en el poder y un cambio de gobierno, lo único que cambia realmente en el país es que en el cartel del suburbio pone "Viva Alcázar" en vez de "Viva Tapioca".

Creo que ésta no se puede considerar una de las grandes aventuras de Tintín. El guión no es demasiado brillante, el fondo de la historia tiene poca consistencia y todo gira en torno a un deseo de venganza del coronel Sponsz sobre Tintín y compañía, lo cual parece un argumento un poco débil para montar alrededor de él toda una aventura. Sin embargo este relato, que globalmente no está entre los mejores como ya he dicho, deja algunos detalles curiosos e interesantes:

  • Hay un cierto cambio de imagen en Tintín: moderniza su atuendo, dejando atrás por fin sus obsoletos pantalones bombachos, va en moto al castillo de Moulinsart, cuando hasta ahora siempre lo había hecho andando -los años no perdonan-, practica el yoga y luce en su casco de motorista el símbolo hippie de la paz. Por primera vez en toda la serie el siempre perfecto y aséptico Tintín muestra un cierto perfil ideológico.
  • Por fin, después de 15 álbumes, descubrimos el nombre de pila del capitán Haddock: Archibaldo.
  • Esta vez es el Capitán el que arrastra a Tintín a un viaje de aventuras y no al revés, como era habitual. Su pique con el general Tapioca ante las acusaciones de éste es el desencadenante de toda la aventura.
  • Uno de los aspectos más brillantes y simpáticos de este libro es la aparición de un personaje como la espantosa e insoportable esposa del general Alcázar. Resulta curioso y divertido ver como el duro, revolucionario, guerrillero, combativo, buscavidas y curtido en mil batallas general Alcázar es sometido hasta extremos cercanos a la humillación por semejante mujer. En algunas ocasiones se acusó a Hergé de cierta misoginia y desde luego con personajes como éste parece empeñado en darle la razón a sus acusadores.
  • En una viñeta de la página 54 aparece una calle de Tapiocápolis llamada "22 de Mayo". En contra de lo que pueda parecer no se trata de ninguna efeméride local ni de ninguna fecha señalada en la historia de la República de San Teodoros: es la fecha de nacimiento de Hergé.
  • Hay un guiño al mundo de Astérix con la aparición de este personaje en las escenas del carnaval de Tapiocápolis (página 54). Uderzo y Goscinny corresponderían este gesto tres años más tarde con una breve aparición de Hernández y Fernández en "Astérix en Bélgica" (página 31), en la que Uderzo no sólo dibuja a los personajes sino que imita en su conversación la tipografía de las letras habituales en los álbumes de Tintín. Además, y para mayor coincidencia, esta aparición se produce en la que se puede considerar también la última gran aventura de Astérix, antes de la decadencia total tras la muerte de René Goscinny.
  • Vuelven los bigotes de Plekszy-Gladz: el régimen totalitario bordurio apoya al general Tapioca y, además de prestarle al coronel Sponsz, exporta a San Teodoros toda la estética asociada al dictador bordurio, en la cual sus bigotes aparecen por todas partes, incluso -al igual que ocurría en la Borduria de "El asunto Tornasol"-, en la decoración de los frontales de coches y motos.



El desfile final de personajes

La ya habitual costumbre de Hergé de reutilizar personajes en sus historias alcanza su grado máximo en "Tintín y los pícaros", donde sucesivamente van reapareciendo Bianca Castafiore, los generales Alcázar y Tapioca, Serafín Latón, Pablo, el coronel Sponsz, el explorador Ridgewell, los periodistas del París-Flash..., parece como si formasen un desfile final de despedida en la que a la postre iba a ser la última publicación de Tintín. Sólo faltan Allan y Rastapopoulos, que Dios sabe en qué lugar del Universo se encontrarían tras su final en "Vuelo 714 para Sidney".



Tintín y los pícaros
Título original Tintin el les Picaros
Año 1976
Reediciones -
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