"Las joyas de la Castafiore" es el vigesimoprimer título de la serie y apareció por entregas en la revista Tintín entre el 4 de Julio de 1961 y el 4 de Septiembre de 1962. En 1963 se publicó el álbum definitivo. Se trata de un álbum ciertamente atípico dentro de la colección de Tintín ya que por primera vez en toda la serie no hay ningún viaje, toda la aventura transcurre en el castillo de Moulinsart, en sus jardines y alrededores y los protagonistas no salen de allí en ningún momento. Por otro lado, y siguiendo con la línea iniciada en "Tintín en el Tíbet", no hay malos en este relato, sólo una sucesión de equívocos, pistas falsas y situaciones enredadas que conforman un tejido con el que Hergé consigue mantener en vilo al lector hasta la última página. Según comentó el mismo Hergé: "Al empezar este álbum, mi intención era también la de simplificar, la de entrenarme a narrar, esta vez, una historia en la que no pasase nada. Sin recurrir al exotismo (excepto el de los gitanos: ¡el exotismo a domicilio!). Simplemente para ver si era capaz de mantener al lector en vilo hasta el final".

Si a todo este entramado le añadimos a un capitán Haddock inmovilizado en su propia casa, como un barco en el dique seco y a merced del ciclón que supone la presencia de su "amada" Castafiore en el castillo con todo su séquito, sin poder huir de ellos y teniendo que aguantar a un insoportable loro -o a dos, si contamos a la propia Castafiore-, tenemos el complemento humorístico ideal para que esta historia de suspense no pierda la esencia fundamental de las aventuras de Tintín. De hecho creo que este álbum es el complemento ideal de su antecesor, "Tintín en el Tíbet", puesto que si en aquel hay grandes viajes pero apenas hay humor, en éste no hay viajes pero hay humor a raudales.

Éste es el álbum más operístico de la serie de Tintín, y no sólo por el protagonismo y la aparición contínua de la diva Bianca Castafiore, sino porque el propio argumento de la historia parece inspirado de alguna forma en La Gazza Ladra -La Urraca Ladrona-, una de las óperas más afamadas de Gioacchino Rossini. Incluso hay quien piensa que el mismo desarrollo del relato tiene una estructura propia de las obras líricas musicales, aunque yo no me atrevería a afirmar tanto. Lo que sí está claro es que Hergé muestra a lo largo de toda su obra cierto conocimiento del mundo operístico, al incluir en ciertos pasajes fragmentos de arias pertenecientes a obras como Madame Butterfly, Carmen o La Dama Blanca. Lo que ya no está tan claro es si esto es por afición del creador de Tintín al mundo de la ópera o más bien por todo lo contrario, como se afirma en le web free-tintin (http://www.free-tintin.net/espanol/musique.htm), aunque dadas las situaciones en las que aparecen estos fragmentos y los personajes que los interpretan más bien parece un intento de ridiculización por parte de Hergé del arte de la ópera, tal como se menciona en dicha web.



Como conclusión, éste es un álbum donde Hergé muestra toda su maestría como narrador intentando el "más difícil todavía", en una época de plena madurez como creador de comics, y donde la historia en sí pasa a un segundo plano, quedando el protagonismo casi absoluto de la narración en manos de Bianca Castafiore y el capitán Haddock y sus contínuos choques y enfrentamientos.


La blanca y casta flor

Sin duda Bianca Castafiore -el ruiseñor de Milán- es uno de los personajes más logrados e impactantes del universo de Tintín. Tras algunas apariciones esporádicas en álbumes anteriores, en las que se limitaba a desquiciar de forma pasajera a sus oyentes interpretando el aria de las Joyas de "Fausto", Hergé decide desarrollar aquí todo su potencial y termina de perfilar definitivamente su carácter hasta crear un personaje que roza el esperpento, un instrumento perfecto para satisfacer su afán por ridiculizar el mundo de la ópera -nadie es perfecto, ni siquiera Hergé-, y al que como colofón coloca un nombre -Blanca Casta Flor- que contrasta con su aspecto físico y con su carácter fuerte, altivo, dominante y poco inhibido.

Casi todos los autores suelen retratarse de alguna forma en sus personajes, y el hecho de que los protagonistas del mundo de Tintín sean claramente alérgicos a los cantos de la diva Castafiore muestra que probablemente Hergé no debía sentir un gran amor por el arte operístico. No se trataba de que la Castafiore cantase mal, ya que aparentemente era una cantante reconocida y de fama mundial, sino que a los oídos de dichos protagonistas -y por lo tanto de Hergé-, cualquier aria de ópera por bien cantada que estuviera podía resultar enervante y desagradable.

Uno de los rasgos que caracterizan a la cantante milanesa es su altivez y su aire de superioridad, características estas que se acentuaron de forma considerable en los bocetos "Tintín y el arte alfa" hasta convertirse en cierta actitud elitista y de desprecio hacia sus "inferiores". Una de las muestras de este talante altivo y algo despectivo con los demás que muestra la Castafiore es su tendencia a equivocarse contínuamente con los nombres y a no llamar a nadie por el suyo. Esta actitud alcanza su grado máximo con el capitán Haddock -cómo no-, y le lleva a crear un amplio catálogo de apellidos alternativos para el Capitán. He aquí la lista completa:

Paddock Bardock Karbock Harrock Bartock
Kappock Kodack Mastock Kosack Hammock
Kolback Hoklock Kornack Balzack Hablock
Maggock Medock Kapstock Klopstock

Tampoco se libran Néstor (Prósper, Norberto,...), el profesor Tornasol (Tornados) ni Serafín Latón (Listón, Lampista,...). Curiosamente Tintín es el único (aparte de sus acompañantes, Irma y Wagner) al que siempre llama por su nombre.



Las joyas de la Castafiore
Título original Les bijoux de la Castafiore
Año 1963
Reediciones -
Personajes nuevos -