Corría el año 1944 y la ocupación de Bélgica tocaba a su fin. Los aliados habían desembarcado en las costas de Normandía en el mes de julio y sólo dos meses más tarde el ejército alemán abandonaba el país, lo cual no trajo en principio buenas consecuencias para Hergé. Como todos los que habían trabajado en los medios oficiales durante la ocupación, Hergé fue acusado de colaboracionismo y no se le permitió trabajar ni publicar nada hasta dos años después, fecha en la que reanudó su relato en curso -"Las siete bolas de cristal"- en el mismo punto en que había sido interrumpido. Para situar de nuevo a los lectores en el hilo de la historia, Hergé comenzó incluyendo una viñeta con unos recortes de periódico donde se resumían todos los acontecimientos anteriores. En 1948 se publicó definitivamente la obra terminada.

"Las siete bolas de cristal" es un relato de intriga y misterio que comienza con un recurso narrativo totalmente propio del cine -de hecho en esta época la técnica narrativa de Hergé va siendo cada vez más cinematográfica-: una historia que va a resultar misteriosa e inquietante comienza con una secuencia de viñetas rebosantes de paz, armonía y tranquilidad, lo cual contribuirá a relajar inicialmente al lector para que después la trama le resulte más impactante. La terapia de relajación comienza con la parada de un tren en una encantadora estación, continúa con el paseo de Tintín por unos paradisiacos caminos a través del campo, y concluye con su llegada al espléndido castillo de Moulinsart donde es recibido por un capitán Haddock que estrena imagen de "nuevo rico" y aristócrata, muy alejada de la que nos tenía acostumbrados con su inseparable traje de marino y sus sucios y aceitosos barcos mercantes. Tan mentalizado está el capitán con su nueva imagen que incluso pasa las primeras cuarenta páginas del álbum sin proferir un solo insulto.




Siempre sensible a los temas de actualidad y especialmente a aquellos que resultan especialmente intrigantes, Hergé retoma aquí el misterio de la venganza de Tutankamon y lo traslada al mundo de los incas -civilización ya de por sí rodeada de un cierto halo de misterio-, mezclándolo además con otros elementos inquietantes como las leyendas de los muñecos vudú. Todo comienza con el regreso de la expedición etnográfica Sanders-Hardmuth procedente de Perú y Bolivia donde descubrieron varias tumbas incas y profanaron algunas de ellas, llegando incluso a apropiarse de la momia de Rascar Capac, "el que desencadena el fuego del cielo". Todos los científicos que habían participado en la expedición van siendo sumidos en un misterioso sueño provocado aparentemente por unas pequeñas bolas de cristal cuyos fragmentos aparecen siempre junto a los cuerpos dormidos de los expedicionarios. El afán por proteger al séptimo y último de ellos -Hipólito Bergamotte, viejo amigo del profesor Tornasol-, lleva a Tintín, al capitán Haddock y al propio Tornasol a la mansión de este personaje, donde en una noche con el ambiente perfecto para la ocasión -tormenta, rayos y centellas-, desaparecen misteriosamente tanto la momia de Rascar Capac como el profesor Tornasol. La persecución de los supuestos autores de estas desapariciones lleva a los protagonistas a los puertos de Sant-Nazaire y La Rochelle, donde embarcarán rumbo a Sudamérica a continuar la aventura en "El templo del sol".

La figura de Rascar Capac está inspirada en una auténtica momia peruana que se encuentra en el museo de arte y de historia de Bruselas, lo cual explica su aterrador aspecto, capaz de provocar pesadillas en una sola noche prácticamente a todos los habitantes de la mansión. Hay que decir que también a un servidor de pequeño le provocó no pocos miedos y pesadillas la dichosa momia. La desaparición del cadáver embalsamado del rey inca va acompañado en el relato de otro elemento enigmático que sin duda había atraído la atención de Hergé: las centellas o rayos globulares. Los rayos globulares son fenómenos naturales asociados a las tormentas con forma de objetos esféricos brillantes y flotantes que, a diferencia de la breve descarga del rayo común, son persistentes, pudiendo moverse de forma aleatoria o permanecer estacionarios. Aunque no se han conseguido reproducir en laboratorio ni tampoco existe una explicación científica definitiva, es tal la cantidad de testimonios al respecto que se acepta que son un hecho real y no un mito ni una leyenda urbana. Véase la interesante entrada en la Wikipedia sobre el tema.




Sobre el edificio que inspiró la imponente mansión del profesor Bergamotte, existe una anécdota que relató el propio Hergé: fiel a su costumbre de documentarse ampliamente sobre los escenarios a utilizar, el creador de Tintín se desplazó junto con su colaborador Edgar Pierre Jacobs a una mansión ubicada cerca de su casa, en Boitsfort, con el fin de tomar apuntes sobre el edificio y utilizarlos en el libro. La casa parecía desierta, así que estuvieron un largo rato tomando notas y dibujando bocetos sin preocuparse lo más mínimo. Unos segundos después de terminar su trabajo y cuando ya se disponían a regresar, aparcaron junto a la casa dos automóviles grises repletos de soldados alemanes. La mansión estaba requisada y ocupada por las SS, por lo que de haber tardado un poco más en recoger su material y marcharse habrían tenido que dar más de una incómoda explicación.

La edición final de "Las siete bolas de cristal" de 1948 no es exactamente igual a la publicada en las tiras del diario Le Soir, algunas escenas fueron retocadas o eliminadas. Concretamente la secuencia de las adivinaciones de Madame Yamilah en el teatro de variedades resulta más divertida en la publicación original:



Lo que finalmente no cambió -por suerte-, fue la imagen del capitán. Un poco harto de su nuevo status de aristócrata ricachón en un suntuoso castillo y añorando su antigua vida aventurera, Haddock vuelve a vestirse de Haddock y petate al hombro se pone en marcha para volver a recorrer el mundo con Tintín.




Las siete bolas de cristal
Título original Les 7 Boules de Cristal
Año 1948
Reediciones -
Personajes nuevos Chiquito